
Sinopsis:
El señor Bowling no puede resistirse al deseo de matar. Se deshizo de su mujer por razones puramente económicas y desde entonces se ha obsesionado con la muerte. Para él, asesinar es como un impulso, una voz que le susurra al oído quién será su próxima víctima. ¿La razón? No siempre hay una, pues no es un asesino corriente. Después de cada crimen deja tras de sí pistas con la esperanza de ser atrapado y poner fin a su tormento. Por ello compra compulsivamente el Evening Standard para mantenerse al corriente de los avances de la investigación policial. El problema es que la justicia está a años luz de descubrirlo, pues en los suburbios del Londres de la Segunda Guerra Mundial, el rastro de sus asesinatos se pierde de continuo entre los bombardeos nazis. ¿Cuántos periódicos más deberá comprar antes de ser por fin capturado?
Obra de culto desde su publicación en 1943 y ejemplo magistral de narración inversa, esta novela es un imprescindible de la literatura policiaca.
Opinión:
Tenía ganas de leer una de las obras clásicas policíacas que publica la editorial Siruela para conocer otros autores de uno de los géneros que más disfruto. Elegí la versión digital de El señor Bowling compra el periódico, gracias a la plataforma eBiblio, no solo atraída por la sinopsis y por un autor hasta entonces desconocido para mí, Donald Henderson, sino también porque encajaba perfectamente con los propósitos de mi reto de clásicos.
Donald Henderson es uno de esos escritores británicos cuya figura habría podido desvanecerse entre las sombras de la historia literaria de no ser por su única novela —El señor Bowling compra el periódico— que permanece viva, discreta pero firme, en el imaginario de quienes aprecian el noir psicológico. Publicada en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, la novela no solo refleja el estado de ánimo de una sociedad desgastada por la guerra, sino que también captura, con una sutileza singular, la desesperanza y la fragilidad emocional de un tiempo en el que todo parecía suspendido entre la rutina y la amenaza.
La historia gira en torno a William Bowling, un hombre aparentemente inofensivo y corriente, cuya existencia anodina en Londres esconde una verdad oscura. Oficinista meticuloso, educado, correcto, sin dinero ni pretensiones, Bowling lleva una vida regida por costumbres grises que lo disuelven entre la multitud. Sin embargo, lo que se oculta bajo esa superficie da lugar a una tensión psicológica creciente, que Henderson maneja con maestría. No hay grandes sobresaltos narrativos ni giros espectaculares: la inquietud se construye desde lo mínimo, desde la repetición y la contradicción, desde lo que Bowling siente y calla. La trama, contenida y elegante, no persigue el impacto, sino una inquietud más duradera: esa sensación de que lo monstruoso puede vivir camuflado en lo ordinario.
La novela está impregnada de una atmósfera melancólica y opresiva, propia de una ciudad, Londres, que sobrevive entre apagones, alarmas antiaéreas y bombardeos. Henderson no necesita insistir en el contexto bélico; lo sugiere con pequeños detalles que se cuelan en la cotidianidad: personajes que no se extrañarían si una bomba les arrasara la casa, verjas que desaparecen porque la policía las ha requisado para fundir el metal, conversaciones cruzadas por un miedo que nunca se expresa del todo. El lector percibe en cada página el desgaste emocional de una ciudad que ha aprendido a vivir con la posibilidad de la muerte como parte del paisaje. Hay una tristeza ambiental que lo envuelve todo, como una niebla persistente. Sin embargo, Henderson logra que esta atmósfera no llegue a aplastarnos, gracias a un humor leve y seco que actúa como forma de resistencia, como reflejo del famoso keep calm and carry on. No alivia, pero sí permite respirar.
En la parte de atrás había una hilera de jardincillos, ahora ocupados sobre todo por patatas y repollos: economía de guerra.
La novela está compuesta por capítulos breves, precisos, que siguen la progresión emocional del señor Bowling con una cadencia deliberada. No hay prisa. Henderson construye la tensión desde el ritmo, apostando por una narrativa que se despliega con la lógica de lo inevitable. El tono se mantiene coherente, y la estructura funciona como una red silenciosa que va cerrándose en torno al protagonista. Es una estructura sobria, sin alardes formales, pero eficaz y coherente con la propuesta: cada página parece decir solo lo necesario, y lo que queda sin decir resuena aún más.
El narrador, en tercera persona omnisciente, desempeña un papel fundamental en el tono de la novela. Su voz está cargada de una ironía sutil que nunca cae en la burla ni en la exageración. Hay una distancia que permite mostrar sin juzgar y, al mismo tiempo, una mirada que nos invita a descubrir lo ridículo o absurdo de ciertas actitudes, sin necesidad de subrayarlo. Es un narrador típicamente británico en su contención: elegante, insinuante, capaz de provocar una sonrisa torcida sin levantar la voz. Esa complicidad silenciosa con el lector es uno de los grandes logros estilísticos de Henderson.
En Fulham las bombas habían derruido bastantes casas, de modo que Londres parecía una vieja sucia a la que le hubieran arrancado un puñado de dientes.
El gran acierto de la novela es su protagonista. Bowling no es un personaje de grandes pasiones ni acciones memorables: su complejidad radica en lo que oculta. Es un caballero educado, cortés, que parece moverse por inercia, pero cuyos pensamientos revelan un mundo interior inquietante. Al inicio, se intuye en él un deseo de ser descubierto, como si anhelara una forma de castigo que le confiera sentido. Esa ambivalencia —matar como impulso y, al mismo tiempo, buscar inconscientemente ser detenido— es una de las claves más perturbadoras de la novela. Sin embargo, con la llegada del amor, surge en él un impulso de supervivencia. Este sentimiento, aquí, no redime, pero sí transforma: hace que Bowling pase de la pasividad al temor por la pérdida, al deseo de esquivar el destino que parecía aceptar.
El resto de los personajes están más difuminados, casi como sombras que orbitan alrededor del protagonista. No es un defecto: esa desdibujada presencia contribuye a reforzar la sensación de aislamiento de Bowling, su desconexión del mundo, y también el tono onírico y casi irreal de algunos pasajes. En un Londres donde lo extraordinario se ha vuelto costumbre —donde puede faltar comida, luz o refugio, pero no la resignación—, lo importante es el mundo interior, no tanto las relaciones externas.
El estilo de Donald Henderson es un ejemplo de economía expresiva y eficacia narrativa. Cada frase parece estar pensada para sugerir más de lo que dice, y cada escena contiene una capa de sentido que va más allá de la acción. No hay pirotecnia verbal ni diálogos espectaculares. El lenguaje es sobrio, limpio, pero siempre cargado de una tensión latente. Y el humor —ese humor británico tan característico— se desliza entre las líneas con discreción, como una defensa ante la angustia, como un gesto de inteligencia ante la fatalidad.
Este humor, que recuerda al de Evelyn Waugh o Graham Greene, se apoya en la contradicción, en la ironía leve, en la mirada escéptica sobre las convenciones sociales. No provoca carcajadas, pero sí una sonrisa torcida, de esas que surgen cuando uno reconoce algo incómodo y, al mismo tiempo, inevitable. Henderson no necesita exagerar nada: le basta con mostrar lo suficiente para que el lector complete lo que falta. Ahí radica su talento.
Se mostraba muy simpática con los policías y a veces se la veía, entre las sombras de la plaza, apoyada contra la verja en brazos de la ley. Si pasaba por allí y tardabas dos horas en volver, los encontrabas en el mismo sitio, inmóviles. ¿Qué haría ahora que el Gobierno había requisado las verjas?
La frase, casi lanzada al pasar, condensa la gracia sutil con la que Henderson aborda la realidad más absurda y gris.
No obstante, adolece de algunas debilidades, si bien de tono menor cuando se reflexiona sobre la obra. Al principio me costó entrar en la historia: aunque aprecio la introspección, eché de menos un mayor dinamismo dentro de esa tensión psicológica. Los personajes secundarios, además, son poco memorables, lo que hace que la historia dependa demasiado del señor Bowling, aunque ello potencie su vacío existencial. La trama policial, con una Policía que parece incapaz de resolver los asesinatos, también me dejó insatisfecha —pero después, al meditar sobre ello, la aparente incompetencia de las autoridades tiene sentido en un Londres desbordado por la guerra, donde los recursos son escasos y las prioridades están en otra parte, además de constituir otra ironía más en la historia, seguramente intencionada—.
“¡Que me aspen! —se decía risueño—. En fin, yo ya no sé… ¿Y en los Estados Unidos creen que nuestra Policía es una maravilla? ¿Qué tengo que hacer, ir a una comisaría y cargarme al sargento allí mismo o qué?”
El estilo de Henderson es elegante, con una prosa contenida y un enfoque psicológico que recuerda a Graham Greene (El ministerio del miedo) o Patrick Hamilton (Los esclavos de la soledad o Hangover Square), pero sin el dinamismo narrativo del primero ni la vitalidad emocional del segundo. Hay una economía en sus palabras que transmite mucho con poco, pero también una cierta frialdad que me impidió conectar del todo. El humor británico, aunque presente, no siempre alivia la pesadez; en cambio, a veces subraya la resignación de un mundo donde los asesinatos parecen fuera de lugar.
Henderson escribió pocas obras más antes de morir joven, en 1947, lo que ha contribuido al aura enigmática que rodea a esta novela. En ella hay una mirada extraña: no es condescendiente, moralista o complaciente. Es una mirada que invita a pensar sin necesidad de pontificar, que observa lo oscuro sin regodearse, que extrae una ironía sutil incluso de lo más trágico. Y eso, en los tiempos que corren —y en los que corrieron—, no es poca cosa.
No es una lectura fácil ni para todos los gustos, pero sí una de esas novelas que, sin hacer ruido, se queda contigo. Por eso, leerla no solo suma a un reto de clásicos, sino que reafirma el placer de descubrir rarezas literarias que aún tienen algo que decir.
Mi valoración: 4/5
Donald Henderson (Londres, 1905-1947) compaginó su carrera como actor con la narrativa. El señor Bowling compra el periódico, que escribió mientras trabajaba para la BBC, fue adaptada con gran éxito al teatro y a la televisión.

FICHA TÉCNICA DEL LIBRO:
Título en español: El señor Bowling compra el periódico
Título original: Mr Bowling Buys a Newspaper
Autor: Donald Henderson
Traducción: Raquel García Rojas
Editorial: Siruela
Colección: Libros del Tiempo
Género: Novela negra, novela policíaca
Encuadernación:Tapa dura
Dimensiones: 21.5 x 14.5 cm
ISBN: ISBN:978-84-10415-63-8
Nº de páginas: 268
Idioma: Español
Formato eBook: ePub
ISBN:979-13-87688-03-5
Hola, Annie. Es sorprendente la génesis de este libro. No había escuchado hablar de él. El tono humorístico promete. Me lo apunto. Gracias por compartir. Saludos :)
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Sí, el humor es uno de los aspectos que más me gustó de la novela. Si conectas con él, disfrutarás la lectura. Un saludo.
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