
Sinopsis:
Una demoledora fábula sobre el futuro del ser humano, destinada a convertirse en la obra maestra del autor.
La carretera, novela galardonada con el premio Pulitzer 2007 y best seller literario del año en Estados Unidos, transcurre en la inmensidad del territorio norteamericano, un paisaje literalmente quemado por lo que parece haber sido un reciente holocausto nuclear.
En un mundo apocalíptico donde llueve ceniza, un hombre y un chico cruzan a pie el territorio norteamericano en dirección al sur. El hambre es mucho más que una preocupación diaria: es la medida de todas las cosas, y las bandas de caníbales asolan el país convertido en un yermo donde solo la barbarie ha echado raíces. El amor de un padre por su hijo es, sin embargo, la única luz de una tierra que ha perdido a sus dioses. Quizá el fuego de la civilización no se haya apagado para siempre.
Opinión:
Hoy vengo a hablaros de La carretera (2006), una novela postapocalíptica de Cormac McCarthy que he tardado en leer porque sabía que iba a sufrir. Y sí, he sufrido, pero cómo me ha gustado. Porque La carretera, ganadora del Premio Pulitzer de Ficción en 2007, es una obra que no se lee: se atraviesa. Es una experiencia postapocalíptica donde la atmósfera desolada y la profundidad de sus personajes —un padre y su hijo pequeño— se combinan para infligir un sufrimiento inevitable al lector, pero también para dejar una marca tan imborrable que, con el tiempo, una se descubre dispuesta a volver a sufrir y disfrutar de su lectura. En este paisaje de cenizas y silencio, McCarthy no solo narra una historia de supervivencia, sino que construye un mundo que duele y fascina a partes iguales.
En un escenario gris y desolado, donde la naturaleza ha sido consumida por incendios y la humanidad ha caído en el canibalismo y la desesperación, un padre y su hijo anónimo avanzan hacia el sur en busca de un clima más cálido. No tienen más que un carrito de supermercado con provisiones, una pistola con pocas balas y la firme determinación de seguir adelante. En su trayecto, se enfrentan a los vestigios de una civilización colapsada y a otros sobrevivientes que pueden ser tanto una amenaza como una posible salvación.
La atmósfera de La carretera es un personaje en sí misma: un lienzo gris de cielos opacos, árboles desnudos y un frío que se cuela en cada palabra. Los días más grises que los que habían pasado antes, escribe McCarthy, y esa grisura no es solo visual, sino emocional. El silencio reina, roto solo por el viento o los pasos temerosos del hombre y el niño en una carretera infinita. Este entorno hostil, cargado de restos de un mundo perdido —casas saqueadas, cuerpos calcinados—, crea una tensión constante, un recordatorio de que el peligro acecha en cada sombra. Sin embargo, hay una belleza austera en esta desolación, una poesía sombría que McCarthy destila con frases cortas y fragmentadas, como ceniza moviéndose sobre el camino, que convierten el vacío en algo hipnótico.
Los personajes, anónimos pero profundamente humanos, son el corazón de este sufrimiento. El padre, un hombre agotado y enfermo, es un retrato de la resistencia quebradiza: su tos persistente y su obsesión por proteger al niño revelan una lucha interna tan desgarradora como el paisaje. El niño, en cambio, es un faro de inocencia y moralidad en un mundo corrompido; sus preguntas —¿Somos los buenos?, ¿Llevamos el fuego?— destilan una pureza que contrasta con la brutalidad circundante. La profundidad de ambos reside en su relación, un amor paterno-filial que McCarthy pinta con pinceladas mínimas pero devastadoras. El niño era todo lo que tenía y todo lo que siempre había tenido, piensa el hombre, y ese vínculo, frágil como una llama en la tormenta, sostiene la novela y atraviesa al lector como un cuchillo.
Este amor es el motor del sufrimiento que sentimos al leer. Cada decisión del padre —arriesgarse por comida, enfrentarse a caníbales— está impregnada de una desesperación que nos hace temer por ellos. El lector sufre porque sabe que este mundo no perdona: la escasez, el frío y la amenaza constante nos mantienen al borde del asiento, mientras que los breves instantes de ternura —una lata de Coca-Cola compartida, un abrazo en la noche— nos rompen por su transitoriedad. Es una lectura que duele desde el inicio; lo sabes al abrir el libro, al sentir el peso de la primera página. Y, sin embargo, esa certeza no te detiene. Hay algo adictivo en su crudeza, en cómo McCarthy desnuda la condición humana hasta sus huesos.
Pero lo extraordinario de La carretera es que ese sufrimiento no ahuyenta, sino que invita a regresar. Una vez que cierras el libro, la huella permanece: el eco de sus pasos, la imagen del niño aferrado a su padre, la pregunta de si nosotros también llevamos el fuego.
Pasado el tiempo, el dolor se transforma en una extraña nostalgia, y te encuentras deseando volver a transitar por esa carretera, a sufrir de nuevo, porque con el sufrimiento viene una recompensa: la belleza de su verdad, la intensidad de su amor y la reflexión sobre lo que nos hace humanos. Es una obra que no ofrece consuelo fácil, pero sí una catarsis profunda, una experiencia que trasciende las páginas.
La carretera es una novela que va más allá del género postapocalíptico. Su tono lírico y su exploración de la condición humana la convierten en una obra universal y atemporal. Ha sido comparada con Mad Max en cuanto a su visión de un mundo devastado, pero su profundidad filosófica la acerca más a Esperando a Godot de Beckett o 1984 de Orwell.
Como sabéis, en 2009, se estrenó una adaptación cinematográfica protagonizada por Viggo Mortensen, que capturó en gran medida la atmósfera de la novela, aunque sin alcanzar el impacto emocional de la prosa de McCarthy. Donde esté el libro…
No puedo hacer otra cosa que recomendar la lectura de La carretera: un viaje a través de la desolación y el alma, donde la atmósfera, los personajes y el sufrimiento del lector se funden en una narrativa inolvidable. McCarthy nos desafía a mirar el abismo, y al hacerlo, nos deja con una paradoja: el deseo de volver a una historia que sabemos que nos hará sufrir, pero que también nos hará sentir vivos.
Mi valoración: 5/5
Cormac McCarthy nació en 1933 en Rhode Island, aunque pasó la mayor parte de su niñez cerca de Knoxville, Tennessee, donde se desarrollan sus primerascuatro novelas. En 1965 llamó la atención de la crítica internacional con su trabajo El guardián del vergel, que ganó el premio Faulkner a la primera novela. Más tarde aparecerían La oscuridad exterior, Hijo de Dios y Suttree, ambientadas en un Sur gótico y violento, y que han sido comparadas con la obra de William Faulkner y Flannery O’Connor. En 1981, Cormac McCarthy recibió el premio MacArthur Fellowship, el reputado Genius Grant, y escribió Meridiano de sangre. En 1992 publicó Todos los hermosos caballos, el primer volumen de su trilogía, que cosechó el aplauso de la crítica y un gran número de lectores. Finalmente, el libro fue galardonado con el premio literario más importante de Estados Unidos, el National Book Award. Completan la trilogía En la frontera y Ciudades de la llanura. En 2006 apareció No es país para viejos. Con La carretera ganó el premio Pulitzer en 2007. Cormac McCarthy es también autor de la obra de teatro El Sunset Limited y del guión El consejero.
Nota: He leído La Carretera en formato digital gracias a la plataforma eBiblio de la Red de Bibliotecas Públicas. No obstante, a continuación os detallo la ficha técnica del libro.
FICHA TÉCNICA DEL LIBRO:
Título original: The Road
Título en español: La carretera
Autor: Cormac McCarthy
Traductor: Luis Murillo Fort
Género: Ciencia ficción, novela distópica
Editorial: Random House
Colección: Random House
ISBN: 9788439741008
Número de páginas: 216
Encuadernación: Tapa blanda
Dimensiones: 23.0 x 13.5 cm
Fecha de edición: 08/09/2022
Idioma: Español
Colección: Random House
Me han entrado ganas de volver a leer “La carretera”. Buena reseña
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