
Sinopsis:
A sus veintiocho años, Eric Packer es multimillonario y asesor de inversiones. Un día de abril de 2000 se enfrenta a dos desafíos: apostar su fortuna contra la subida del yen…y ganar, y cruzar la ciudad en su limusina para cortarse el pelo…y llegar con vida. Durante su viaje, una odisea contemporánea fascinante, queda atrapado en un atasco producido por diversos acontecimientos: la llegada del Presidente a la ciudad, el funeral de un ídolo de la música, el rodaje de una película y una violenta manifestación política.
Cosmópolis transcurre en un solo día, el último de una época, símbolo del intervalo entre el final de la guerra fría y la actual era de terror, de los años 90, cuando el mercado financiero se desploma y la «nueva economía» inicia su agonía. La última novela de Don DeLillo es una historia intensa que surca los temas capitales de su obra: la alienación, la paranoia, el sexo, la muerte, el mercado global, el terrorismo y la relación entre poder y tecnología.
Reconocido por la crítica internacional como el maestro indiscutible de toda una generación, DeLillo es uno de los autores más importantes y representativos de la ficción norteamericana actual. Es dueño de un estilo directo, preciso, que se nutre de una amplia documentación y una elegancia estilística inusual, capaces de mover a la risa, al terror o a una profunda reflexión.
Opinión:
Hoy os vengo a hablar de una novela contemporánea que me había recomendado una amiga: Cosmópolis, de Don DeLillo. Y para ser honesta, no me ha gustado nada. Publicada en 2003, transcurre en un solo día de abril del año 2000 en Nueva York, en plena fiebre del capitalismo tecnológico y justo antes de que el mundo cambiara con el 11 de septiembre. La trama sigue a Eric Packer, un multimillonario de 28 años obsesionado con los mercados financieros que decide cruzar Manhattan en su limusina blanca para… cortarse el pelo. Ese viaje, que suena tan trivial como absurdo, se convierte en una especie de odisea urbana plagada de encuentros: con manifestantes antiglobalización, el funeral de un rapero, una serie de asesores y amantes, y un barbero que parece ser el único vínculo con un pasado más tangible.
No voy a hacer spoilers, pero es justo decir que Cosmópolis no se apoya en una gran historia, sino en una serie de escenas que pretenden funcionar como espejo de un mundo deshumanizado. La novela busca ser una reflexión sobre el poder, el tiempo, el dinero y la desconexión, más que un relato con un desarrollo narrativo tradicional. Es una ficción simbólica, donde lo que importa no es tanto lo que pasa como lo que supuestamente representa.
La ambientación es, sin duda, uno de sus puntos fuertes. DeLillo sabe construir atmósferas: la ciudad es un caos denso y vibrante, un lugar donde el movimiento constante choca con la burbuja hermética de la limusina de Packer. Ese espacio cerrado, lleno de pantallas, datos, interfaces y control, funciona como metáfora del aislamiento de las élites. Mientras fuera el mundo se desordena, dentro todo se mide y se calcula. Es una buena imagen. El problema es que la novela se apoya tanto en esa idea —la desconexión como síntoma— que acaba olvidándose de los matices humanos. A medida que avanza, da la sensación de que a DeLillo le interesa más su tesis que sus personajes.
La estructura es lineal, seguimos el día de Packer de principio a fin, pero está fragmentada en capítulos breves. Algunos interludios están narrados desde otros puntos de vista, lo que debería aportar riqueza, pero en realidad genera cierta dispersión. No suma tanto como se espera, porque en ningún momento se construye una verdadera tensión narrativa. La voz en tercera persona que domina el texto es distante, casi impersonal. Se nota el intento de retratar la frialdad del entorno, pero esa misma frialdad se contagia a la lectura. Es como si estuviéramos viendo a Packer desde una cámara de seguridad: hay observación, pero no implicación. Esa distancia no ayuda a conectar con la historia, y desde luego no ayuda a conectar con los personajes.
Los diálogos, por su parte, resultan forzados. Están cargados de jerga financiera, disquisiciones filosóficas, reflexiones sobre el tiempo o la especulación. En teoría, deberían funcionar como un mapa mental del personaje, pero en la práctica suenan como lo que son: monólogos disfrazados de conversación, escritos para lanzar ideas, no para retratar personas. Un ejemplo:
Porque el dinero ha dado un vuelco. Toda la riqueza ha pasado a ser riqueza por y para sí. No existe otra clase de riqueza si de veras es inmensa. El dinero ha perdido sus cualidades narrativas, tal como le sucediera a la pintura hace ya tiempo.
O esta otra:
El dinero genera el tiempo. Antes era al revés. El tiempo cronológico aceleró el ascenso del capitalismo. Todo el mundo ha dejado de pensar en la eternidad.
No es que estas frases no tengan intención. Es que están formuladas de forma tan abstracta, tan cargada de artificio, que cuesta tomárselas en serio. Parecen salidas de un tratado académico o de un discurso de alguien que ha leído sobre economía sin entender demasiado de ella. Hay una voluntad de profundidad, sí, pero a menudo lo que queda es una colección de ideas lanzadas con pretensión, sin el desarrollo necesario para que realmente calen. A mí me pareció un juego intelectual vacío.
Eric Packer, el protagonista, es un personaje que en teoría podría ser fascinante: joven, brillante, ultrarrico, pero sin el menor rastro de alma. Su obsesión con el corte de pelo, aparentemente banal, quiere ser una metáfora de su necesidad de controlar algo, cualquier cosa, en un mundo que ya no entiende. Pero es muy difícil empatizar con él. Más que un ser humano, es una figura alegórica, una especie de títere cargado de simbolismo. Y lo mismo ocurre con los personajes secundarios: todos parecen diseñados para representar una idea. Nadie habla como una persona real. Nadie actúa con verdadera autonomía. Son peones en un discurso.
Incluso el sexo, que podría haber sido un espacio de intimidad o descontrol, se presenta con la misma frialdad. Como esta frase:
El sexo nos descubre. El sexo nos revela como somos. Por eso es tan estremecedor. Nos despoja de toda apariencia.
Puede que tenga algo de razón, pero el modo en que se formula la vuelve mecánica, sin vida. Una afirmación con vocación de lucidez que no consigue escapar del cartón piedra.
El estilo de DeLillo es preciso, cerebral, elegante por momentos. Las imágenes tienen intención, la prosa es clara, cortante, bien construida. Pero, al menos en esta novela, esa brillantez técnica no compensa la falta de humanidad. El brillo de las pantallas, el olor del asfalto, la velocidad de las cifras… Todo está ahí, pero no consigue conmover. No llega. Lo ves, pero no lo sientes.
¿Qué intenta decir Cosmópolis? Es, sin duda, una crítica al capitalismo extremo, a la especulación financiera, a la pérdida de vínculos en una sociedad mediada por la tecnología. Packer es el símbolo de ese sistema: alguien que lo domina, pero que al mismo tiempo está atrapado en él. Hay una sensación constante de inminencia, de que algo va a romperse. En ese sentido, y sabiendo que la novela se escribió antes del 11-S, se puede leer como una especie de advertencia o radiografía de un mundo al borde del colapso. Pero a mí, que discrepo tanto de su lectura del capitalismo como de su forma de representar las dinámicas económicas, me cuesta tomar en serio muchas de sus afirmaciones. DeLillo plantea ciertas ideas como si fueran revelaciones profundas, pero en realidad suenan más a gestos simbólicos o intuiciones abstractas que a un análisis riguroso. Y si no conectas con ese enfoque, el andamiaje del libro se tambalea.
En resumen, Cosmópolis es una novela que intenta ser una metáfora del mundo moderno, pero que se queda en un ejercicio frío y demasiado pagado de sí mismo. Tiene momentos visuales potentes y una atmósfera lograda, pero su falta de personajes creíbles, su obsesión por teorizar y su desconexión emocional la convierten en una lectura distante, incluso agotadora. Lo que en otros autores funciona como crítica afilada, aquí se convierte en autoindulgencia.
No comparto su visión del capitalismo, y eso pesa en la lectura. Muchas de las ideas que DeLillo plantea me resultan superficiales o directamente erróneas, como si vinieran de alguien que no entiende realmente cómo funciona la economía. Si ya partes de un diagnóstico débil, es difícil construir una crítica sólida. Y si además renuncias al calor humano, lo que te queda es un artefacto literario que no emociona, que no interpela, y que en mi caso, termina por olvidarse en cuanto cierras el libro.
Además, desde la perspectiva actual, Cosmópolis ha perdido parte del filo que quizá tuvo en su momento. Algunas de sus ideas sobre el capitalismo o la tecnología se sienten desfasadas o incompletas, como si el mundo hubiera avanzado en direcciones que la novela no supo prever. Su mirada apocalíptica, revestida de simbolismo, puede parecer más retórica que crítica real. Tal vez por eso, más allá de sus fallos literarios, cuesta conectar con su visión del presente: porque ya no lo es.
Cosmópolis tuvo una adaptación cinematográfica dirigida por David Cronenberg en 2012, con Robert Pattinson como Eric Packer. Curiosamente, la frialdad que en el libro se hace cuesta arriba, en pantalla encuentra un tono más acorde. Pero eso ya es otro debate.
Mi valoración: 2/5

Don DeLillo nació en 1936 en Nueva York, donde creció. Es autor de diecisiete novelas y tres obras de teatro, y ha ganado numerosos premios, como el National Book Award por Ruido de fondo (1985; Seix Barral, 2006), el International Fiction Prize por Libra (1988; Seix Barral, 2006), el PEN/Faulkner Award de Ficción por Mao II (1991; Seix Barral, 2008), la Medalla Howells por Submundo (1997; Seix Barral, 2009), el Jerusalem Prize y el PEN/Saul Bellow Award a toda su carrera y la Medalla del National Book Award por su contribución a las letras estadounidenses.
FICHA TÉCNICA DE MI EDICIÓN:
Título original: Cosmopolis
Título en español: Cosmópolis
Autor: Don DeLillo
Traducción: Miguel Martínez-Lage
Género: Literatura estadounidense
Editorial: Seix Barral
Colección: Biblioteca Formentor
Encuadernación: Tapa blanda
Dimensiones: 23.2 x 13.9 cm
ISBN: 84-322-2762-5
Fecha de edición: 11/2003
Nº de páginas: 240
Idioma: Español