Rol: Cómo escribir trasfondos que enganchen al máster y al grupo

Un trasfondo de personaje puede parecer, a primera vista, un simple ejercicio de rellenar casillas: de dónde viene, qué le pasó, qué lo trajo hasta aquí. Pero en una buena partida de rol, ese trasfondo es mucho más: es lo que hace que tu personaje tenga alma, que sus decisiones tengan peso y que se convierta en algo más que un conjunto de estadísticas.

Cuando está bien pensado, el trasfondo conecta tu historia con la del mundo y con la de los demás jugadores. Ofrece al máster hilos narrativos con los que tejer tramas más personales. Y te da a ti, como jugador, una brújula emocional para interpretar con coherencia. No se trata de escribir una novela, sino de sembrar las semillas que harán crecer la historia conjunta.

Una buena forma de empezar es pensar en algo muy simple: ¿qué le duele a tu personaje? ¿Qué busca? ¿Qué dejó atrás? Los trasfondos que de verdad funcionan no son los más complejos, sino los que son personales. Pero personales no significa aislados. Lo ideal es que incluyas detalles que conecten con el mundo del juego o con otros personajes. En lugar de decir que fuiste un huérfano en la calle, tal vez creciste en los callejones de Puerto Gris, aprendiste a robar con ayuda de una ladrona llamada Mara… y un día, tras un golpe fallido, ella desapareció. Con eso, no solo estás contando algo tuyo: le estás dando al máster PNJs, lugares, misterios.

Las motivaciones también son clave. Un personaje que simplemente “quiere vivir aventuras” puede funcionar, claro, pero si sabes que busca venganza, redención, respuestas o un lugar donde pertenecer, la narrativa se vuelve mucho más rica. Un ejemplo muy simple: “Mi hermana fue secuestrada por un culto, y no voy a parar hasta encontrarla”. Eso ya es un motor para toda una campaña.

Y luego están los ganchos: esas piezas sueltas que el máster puede recoger. Un enemigo del pasado, un secreto, una promesa rota. Cosas que no están del todo cerradas. “Traicioné a mi mentor, un mago poderoso, y no sé si me persigue, pero a veces siento su mirada”. Esto puede convertirse en un villano, una redención o un giro inesperado. Le estás dejando espacio al máster para jugar contigo, y eso es oro puro.

Tampoco olvides mirar a los lados. Conectar con otros personajes desde el principio da muchísimo juego. Si tú y otro jugador fuisteis parte de una misma caravana atacada por bandidos, o compartís un pasado confuso, ya tenéis una relación, una historia común que puede evolucionar. Y si eso lo habláis en la sesión cero, mucho mejor.

Una cosa importante: no hace falta escribir diez páginas. Con una hoja clara, específica y con espacio para crecer es suficiente. No abrumes con listas de lugares y fechas que no aportan. En vez de contar que “viajaste mucho”, tal vez digas que fuiste mercenario en las Tierras Áridas y que te dejaron por muerto tras una emboscada. Esa imagen queda. Y además puede volver en forma de traición, reencuentro, culpa o justicia.

También es buena idea ajustar el tono al tipo de campaña. Si vas a jugar una historia de horror gótico, un trasfondo cómico puede romper la atmósfera. Y lo mismo al revés: si la campaña es ligera y aventurera, tal vez no encaje un personaje trágico que lo ha perdido todo. Por eso, habla con tu máster antes. Pregunta. Infórmate del mundo, de las facciones, del tono general. Quizá lo que tú imaginas como una historia de venganza encaja mejor si está ligada a una facción del juego o a un conflicto político que ya existe.

A la hora de escribir, un buen método es pensar por capas: qué le pasó a tu personaje en el pasado, qué está haciendo ahora, y qué espera lograr en el futuro. Por ejemplo: “Fui aprendiz de alquimista hasta que un experimento destruyó mi taller; ahora busco ingredientes raros para reconstruir mi reputación, pero temo que mi antiguo maestro descubra que robé su grimorio”. Ahí tienes historia, motivación y conflicto futuro, todo en tres frases.

Y no te guardes el trasfondo solo para ti. Compártelo con el máster, claro, pero también con el grupo. Un resumen breve ayuda a que todos entiendan quién eres y cómo relacionarse contigo. Y lo más importante: deja puertas abiertas. Si mencionas a un mentor, no digas si está vivo o muerto. Si escapaste de una organización, no digas si saben dónde estás. Dale al máster espacio para sorprenderte.

Un ejemplo práctico: Kael, el Errante. Creció en las minas de Colina Rota con su hermano, Toren. Durante una revuelta, Kael dudó… y Toren fue capturado. Desde entonces, Kael vaga como cazador, cargando con su culpa. En sus viajes, conoció al clérigo del grupo, quien le salvó la vida. Lleva un colgante roto que le dio su hermano, sin saber que está maldito y atrae criaturas oscuras. En este caso, el máster tiene varios hilos con los que trabajar: ¿dónde está Toren? ¿quién controla la compañía minera? ¿qué hace el colgante? Y además, Kael ya tiene un vínculo previo con otro PJ.

Si vas a escribir tu propio trasfondo, recuerda: céntrate en lo que define a tu personaje, añade un conflicto o misterio que se pueda explorar, incluye al menos una conexión con el mundo y otra con otro personaje del grupo. Luego revisa, simplifica y deja que respire.

Y sobre todo, colabora. Habla con el máster, con los otros jugadores, ajusta tu historia al tono de la campaña y no cierres todas las puertas. El trasfondo es el principio, no el final. Es la chispa. Lo que viene después es la historia que vais a contar entre todos.


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