
Sinopsis:
Estamos en un Londres apagado y frío. Es el invierno de 1944, y suena el «chirrido de los autobuses, el rumor del metro, el temblor de las piedras bajo los pies». Red, una estudiante de Ciencias, se enamora de Mara Daniels, su compañera de disección en la facultad, una mujer casada, elegante y despreocupada. Pronto las dos mujeres se vuelven inseparables, presas de una pasión física absoluta, pero también de una ansiedad y unos juegos enrevesados que las conducirán a un punto de no retorno.
En el contexto de un Londres bombardeado, en una época agitada y sombría, Amor de invierno nos adentra en uno de los momentos más intensos de una vida. Publicada por primera vez en 1962, esta novela de Han Suyin —«probablemente lo mejor que ha escrito nunca», según el Daily Telegraph— es su obra más conmovedora, tierna e inesperada. Una joya secreta de la literatura americana del siglo XX.
Opinión:
Con la semana del Orgullo cerca, decidí adentrarme por primera vez en Amor de invierno, de Han Suyin, y lo que encontré fue mucho más que una historia de amor: una narración densa, íntima, que me dejó pensando durante días. En apariencia, su trama no sorprende; no se trata de una historia nueva. Pero hay algo en la manera en que está contada que la hace profundamente conmovedora. Esa mezcla de deseo y dolor, de lo que pudo haber sido y no fue, resuena mucho más allá de sus páginas.
La novela está narrada por Red, una joven estudiante de Zoología en el Londres de 1944, en plena Segunda Guerra Mundial. Es ella quien, ya desde un tiempo posterior, evoca lo que vivió: su relato está impregnado de nostalgia, con recuerdos que oscilan entre lo vívido y lo borroso. Hay ternura, sí, pero también frustración. Y, sobre todo, un dolor por haber perdido a quien fue el gran amor de su vida. Ese punto de partida ya anticipa la dimensión emocional del libro: no hay grandes revelaciones ni giros dramáticos, sino una reconstrucción desde la memoria, que filtra, selecciona y —quizá sin querer— suaviza o distorsiona.
Red nos presenta a Mara, una mujer casada, sofisticada, inteligente y hermética, atrapada en un matrimonio acomodado, que parece flotar en una burbuja de privilegio que no la protege de su propio vacío. Con ella establece una relación marcada por la atracción, pero también por los silencios, las dudas y las tensiones impuestas por una sociedad rígida y condenatoria. A diferencia de ella, Red es huérfana y combativa, lucha contra un mundo que la margina. Entre ellas nace una complicidad que pronto se transforma en algo más: un vínculo que desafía lo establecido, pero que no logra liberarse del todo del peso de las convenciones sociales.
Uno de los aspectos más logrados de la novela es cómo entrelaza lo íntimo con lo histórico. El Londres bombardeado y gélido no es solo un telón de fondo, sino un espejo del estado emocional de las protagonistas. Los autobuses ruidosos, las calles cubiertas de nieve sucia, el temblor del metro y las casas destartaladas construyen una atmósfera opresiva, casi cinematográfica, que envuelve a los personajes y hace que cada gesto, cada decisión, pese más. La ciudad misma parece empujar a Red y a Mara al escondite, a la sospecha, al miedo, pero también al deseo de resistir. Es en ese contexto donde el amor deja de ser solo una emoción y se convierte en un acto de desafío.
Hablar de amor entre mujeres en la Inglaterra de 1944 no era solo desafiar lo socialmente aceptado: era casi no tener un lenguaje para nombrarlo. A diferencia de la homosexualidad masculina, que sí estaba penada por la ley, el deseo entre mujeres era ignorado o reducido a una anomalía privada, algo que no se decía en voz alta. Esa negación institucional —casi como si no existiera— es una de las capas más sutiles pero más poderosas de la novela. Red y Mara se mueven en un mundo donde su vínculo no solo es inadecuado, sino prácticamente innombrable. No hay discursos que las sostengan, ni modelos, ni siquiera una categoría clara a la que aferrarse. Y eso impregna su relación de una fragilidad profunda: no por falta de amor, sino por falta de reconocimiento. Por eso, en esta historia, el deseo no aparece como algo transgresor en sí mismo, sino como algo casi imposible de sostener sin romperse por dentro.
Pero en fin, yo también pertenecía a esa comunidad odiosa que puebla el mundo, en la que el cuerpo y la mente se han desgarrado y escindido, y el amor yace para que lo humillen, atado a la vergüenza.
La narración en primera persona desde el punto de vista de Red es una elección acertada, aunque también exigente para el lector. Su voz es honesta, dolida, a veces contradictoria. No es una narradora confiable en el sentido clásico, y ahí radica parte de su riqueza. Su relato está lleno de justificaciones, de dudas, de intentos por entender —o quizá por justificar— lo que vivió. No se engaña tanto por las señales de Mara como por su propio convencimiento de que puede tenerlo todo: amar a Mara, pero también seguir un camino más convencional. Esa falta de madurez emocional, que se traduce en decisiones erráticas y promesas que no puede sostener, es lo que la vuelve tan humana. No siempre es fácil empatizar con ella, y quizá por eso quien más me conmovió fue Mara: silenciosa, contenida, pero más clara en lo que siente, más valiente, incluso cuando toma una decisión por las dos.
El resto de los personajes orbitan en torno a esa relación central. Algunos, como Louise o Eggie, aportan tensión o contraste, pero quedan algo desdibujados. Y no es un fallo, necesariamente: la novela se construye desde una mirada muy focalizada, desde la conciencia de una protagonista absorbida por su propio torbellino. Lo que sí se echa en falta es conocer más a Mara, comprender sus motivaciones, explorar su mundo más allá de lo que Red alcanza a ver. Esa distancia deliberada —producto de la narración subjetiva— deja al lector con un deseo no satisfecho: el de escuchar también su voz.
El estilo de Han Suyin es contenido pero delicado. Su lenguaje no busca deslumbrar con adornos, sino con precisión emocional. Es un tono sobrio, a veces casi clínico, que no impide que asomen destellos de lirismo, frases que se clavan por su franqueza. Hay un ritmo pausado, que permite que cada emoción repose, que cada duda se instale. Puede que algunos lectores echen en falta más desarrollo o más acción, pero para mí ese tempo lento refuerza el carácter introspectivo de la obra.
Aún recuerdo su cara aquel día, el brillo rielando en el agua, la luz del cielo en el río y de ahí, proyectada en su cara. Lo mismo ocurría con mi felicidad; emanaba de ella, a través de ella la alcanzaba, se hacía completa.
La estructura es breve, con capítulos cortos que avanzan sin artificios. No hay subtramas, apenas información sobre el pasado de las protagonistas. Todo gira en torno a lo que sienten y a cómo lo gestionan en ese presente condicionado por el miedo, la inseguridad y las imposiciones sociales. Y, sin embargo, hay una claridad interna, una coherencia que hace que todo lo no dicho pese tanto como lo que se narra. El amor, aquí, es un refugio y un campo de batalla al mismo tiempo.
Amor de invierno me dejó pensando, no solo en lo que vivieron sus protagonistas, sino en lo que no pudieron llegar a ser. Me pregunté si Red habría tenido el coraje de elegir a Mara si hubiera tenido una segunda oportunidad. Y lo cierto es que no estoy segura. Su relato, al fin y al cabo, está teñido por la pérdida, pero también por una culpa que parece no haberse resuelto del todo. En mi opinión, lo que le faltó a Red no fue amor, sino madurez. Y por eso, quizá, Mara —con su tristeza y su firmeza— brilla en el recuerdo con una luz distinta, más dolorosa, más real.
Recomiendo la lectura de esta novela breve, intensa, honesta. Porque habla del deseo sin edulcorarlo, del amor como una forma de resistencia, y de la memoria como un territorio donde se cruzan la belleza, la culpa y el duelo. No es una historia fácil, ni pretende serlo. Pero si una se deja llevar por su cadencia suave y por su emoción contenida, descubrirá una historia de amor alejada de clichés y a una autora que mereció la pena ser rescatada del olvido.
Mi valoración: 4/5

Han Suyin, cuyo nombre verdadero es Rosalie Matilda Kuanghu Chou (1917- 2012), nació en Xinyang (Henan, China), hija de madre flamenca y padre chino. Estudió Medicina en Bruselas y regresó a China en 1938, donde fue comadrona en un hospital. Tras terminar su carrera de Medicina en Londres, se mudó a Hong Kong. El éxito de su novela A Many-Splendoured Thing —llevada al cine en 1955 por Henry King y con Jennifer Jones y William Holden como protagonistas— le permitió centrarse en su carrera literaria. Publicó más de treinta libros, escritos en inglés y francés, entre los que se incluyen novelas, memorias, biografías, ensayos y libros de historia. Murió en Suiza, donde residió la última parte de su vida.
FICHA TÉCNICA DEL LIBRO:
Título original: Winter Love
Título en español: Amor de invierno
Autora: Han Suyin
Traducción: Ana Mata Buil
Editorial: Tránsito
Género: Narrativa china
Encuadernación: Tapa blanda
Dimensiones: 20.0x 13.0 cm
ISBN: 9788412763232
Nº de páginas: 192
Fecha de edición: 01/05/2024
eISBN: 9788412763249