Reseña. «La sonrisa etrusca», la novela más conmovedora de José Luis Sampedro

«La sonrisa etrusca» de José Luis Sampedro (1985; Alfaguara, 1996)

Opinión:

Hoy os vengo a hablar de un libro que guardo con cariño en mi biblioteca, heredado de otro abuelo que no podía esperar a que llegaran los fines de semana para ir a jugar con su nieto: La sonrisa etrusca. Una obra a la que siempre vuelvo cada cierto tiempo y que llevo en la memoria, tan fresca y entrañable como la primera vez que la leí. Y es que hay libros que habitan en nuestros recuerdos y resisten, inalterables, el cambio sucesivo de las estaciones. La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro, pertenece a ese tipo de obras. Se vuelve a ella no solo por su calidad literaria, sino por la huella íntima que deja: una historia que se instala con serenidad en la memoria, como los gestos que nunca se olvidan.

Publicada en 1985, esta novela marca uno de los momentos más íntimos y lúcidos de la trayectoria de Sampedro, quien, además de economista y pensador, fue un narrador de gran sensibilidad. Escribió La sonrisa etrusca en un periodo de madurez creativa, cuando España empezaba a consolidar su democracia tras décadas de dictadura. En este contexto de cambio, Sampedro decide mirar no hacia el futuro, sino hacia la vida interior de un hombre mayor que, lejos de convertirse en símbolo de lo antiguo, se revela como alguien capaz de transformarse. Lo hace sin perder sus raíces, pero sí abriendo espacio al afecto, a la vulnerabilidad, a la ternura.

La historia se centra en Salvatore Roncone, un viejo campesino calabrés de carácter fuerte, ex partisano, aferrado a sus costumbres y a una forma de entender la vida marcada por la rudeza del campo, la guerra y la pérdida. Tras ser diagnosticado con una enfermedad grave, se traslada desde su aldea en el sur de Italia a la casa de su hijo en Milán. El contraste entre esos dos mundos —el rural y el urbano, el pasado y el presente— articula buena parte del conflicto inicial de la novela. Sin embargo, no es la enfermedad el verdadero centro de la historia, sino el vínculo inesperado y profundo que se forja entre el anciano y su pequeño nieto, Bruno.

A partir de esa relación, sin artificios ni grandes gestos, la novela avanza hacia una transformación silenciosa del protagonista. Sampedro construye este proceso con enorme delicadeza, sin necesidad de subrayados ni golpes de efecto. La estructura narrativa es lineal, pero se ve enriquecida por recuerdos que afloran de manera natural, sin alterar el ritmo. Estos flashbacks nos permiten conocer otras facetas de Salvatore: su vida como partisano, su relación con su esposa, sus pérdidas, sus heridas. No buscan justificarlo, sino comprenderlo. Esa mirada compasiva es una de las mayores virtudes del autor.

El narrador en tercera persona, externo y omnisciente, acompaña al lector sin invadir. Observa con respeto, describe con precisión y sabe cuándo retirarse para dejar que los hechos hablen por sí mismos. El estilo es sobrio, claro, a veces poético, pero nunca recargado. Las descripciones logran evocar lo esencial: el olor de la tierra húmeda, la quietud de un atardecer en Calabria, la tensión contenida en una cena familiar. Es un lenguaje que no busca impresionar, sino emocionar sin estridencias, y vaya si lo consigue. Por momentos, puede parecer sencillo, pero esa misma sencillez es la que lo vuelve tan eficaz.

Los personajes están dibujados con profundidad y humanidad. Salvatore, que podría haberse convertido en una caricatura del anciano terco, es presentado con matices. Su evolución es lenta, casi imperceptible, pero real. Bruno, el nieto, no es un símbolo vacío de inocencia, sino un niño con presencia concreta, capaz de conmover al lector sin sentimentalismo. La nuera, moderna y distante en apariencia, también encuentra su lugar en esta historia de encuentros inesperados. Y Hortensia, un personaje que irrumpe con calidez, permite vislumbrar que el amor —en cualquiera de sus formas— no tiene edad ni momento exacto.

Uno de los logros más discretos de la novela es su equilibrio emocional. Sampedro no cede a la tentación del dramatismo, y por eso el libro conmueve tanto: porque nunca obliga a sentir, solo muestra. La sonrisa etrusca habla de la posibilidad de abrirse al otro, incluso cuando parece que ya es tarde. Habla de la vejez no como un ocaso, sino como un terreno fértil para la memoria, la reconciliación y el afecto. Y lo hace sin moralismos, dejando que cada uno de nosotros extraiga sus propias conclusiones.

El título, sugerente y sutil, remite a una escultura funeraria etrusca cuyo rostro muestra una leve sonrisa serena. Esa imagen funciona como una metáfora del tránsito del protagonista: no una redención milagrosa, sino un gesto silencioso de aceptación. Una sonrisa que no borra las cicatrices, pero las integra. Que no niega el dolor, pero lo acompaña con dulzura.

Aunque no es una novela perfecta —algunos pasajes pueden resultar algo previsibles, y ciertos personajes secundarios se desarrollan menos que otros—, esas debilidades no empañan su conjunto. Lo que permanece, lo que realmente importa, es su capacidad para emocionar sin artificios, para decir mucho con poco, y para recordarnos que la literatura, a veces, no necesita más que una historia verdadera, contada con honestidad.

La sonrisa etrusca es uno de esos libros que no se olvidan. No porque impacten, sino porque se quedan. Como los recuerdos de infancia, como una voz que vuelve, como los gestos pequeños que se repiten a lo largo de los años. Una novela que releo cada cierto tiempo, y que, sin importar cuántas veces vuelva a ella, siempre me habla con la misma claridad entrañable de la primera vez. Aunque no sea perfecta.

Mi valoración: 5/5

Puntuación: 5 de 5.

José Luis Sampedro (1917-2013) fue catedrático de Estructura Económica, miembro de la Real Academia Española y autor de novelas tan conocidas como Octubre, Octubre (1981), La sonrisa etrusca (1985), La vieja sirena (1990) y El amante lesbiano (2000). Como economista publicó un manual de su especialidad y obras de divulgación como Las fuerzas económicas de nuestro tiempo, La inflación en versión completa y Conciencia del subdesarrollo. Es también autor del prólogo a la obra que dio nombre al 15-M, ¡Indignaos! (2011), de Stéphane Hessel. El mercado y la globalización, su primera obra de divulgación económica, publicada en 2002 (y a la que siguió Los mongoles en Bagdad en 2005) se ha convertido ya en un pequeño clásico sobre los fallos del sistema económico que conserva toda su vigencia en el momento actual.

FICHA TÉCNICA DE MI EDICIÓN:
Título original: La sonrisa etrusca
Autor: José Luis Sampedro
Fecha primera edición: Mayo de 1985
Fecha de mi edición (45ª): Marzo de 1996
Editorial: Alfaguara
ISBN:84-204-2180-4
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Dimensiones: 23.0 x 15 cm
Nº de páginas: 352
Idioma: Español

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