Rituales de lectura: Cómo transformar tu experiencia

Hay algo especial en abrir un libro, ¿no crees? Pero para mí, no es solo leer: es todo lo que pasa antes, ese ritual que convierte un momento cualquiera en algo que te atrapa. No sé cómo lo haces tú, pero yo tengo mis rarezas, mis detalles, y estoy convencido de que todos buscamos ese instante de soledad en que las páginas empiezan a hablarte.

Primero, el lugar. A veces me tiro en el sofá del salón, ese que ya tiene un hueco con mi forma después de tantas tardes repantingado, con una manta vieja —en las frías tardes— que me envuelve como si supiera que voy a desconectar. Otros días, me echo en la cama, rodeado de almohadas y cojines que me sostienen como en una nube. No hay una ciencia exacta, solo lo que me pide el cuerpo en ese momento.

Luego viene la bebida. No sé por qué, pero un té caliente en invierno (con un poco de canela si me siento inspirado) hace que las palabras fluyan mejor. En verano, prefiero un vaso de agua con hielo y limón, algo fresco que me mantenga despierto cuando el calor aprieta. Una vez, leyendo Cien años de soledad, me preparé un café colombiano solo porque pensé que Márquez me daría un aprobado (que al final no me gustara el libro no fue culpa del café, lo juro).

La luz también cuenta. Hay días que enciendo la lámpara de la mesita, esa luz tenue que no molesta, como un murmullo que me dice “tranquilo, aquí estás bien”. Otros, me pongo junto a la ventana, dejando que el sol bañe las páginas y me haga sentir que estoy leyendo en la montaña, aunque sea un espejismo. Recuerdo una tarde de tormenta del pasado marzo (¡qué mes tan desapacible!), con Frankenstein en las manos, y cómo los relámpagos parecían darle vida al monstruo. Fue pura casualidad, pero ahora no me imagino ese libro sin aquel ruido de fondo.

Y luego están esos detalles absurdos, los que lo hacen todo más mío. Como revolver el cajón hasta dar con mi libreta favorita para tomar notas, aunque al final solo garabatee tonterías. O encender una vela que huele a bosque porque estoy con una historia de fantasía (sí, las tengo de varios olores). A veces, hasta elijo el marcapáginas según el libro: uno con un diseño geométrico para algo de ciencia ficción, uno viejo y gastado para una historia cruda. Son manías mías, pero me enganchan. Para mí, estos rituales son como un aviso al mundo: “Ahora no, este rato es solo mío”. Es como montar el escenario para una película que solo pasa en mi cabeza.

Cuéntame, ¿cuáles son tus manías lectoras? ¿Dónde te pierdes mejor con un libro? ¿Tienes alguna bebida que te acompañe entre páginas? ¿Cuál es esa pequeña costumbre que hace que leer sea tu momento? Porque, al final, leer no es solo abrir un libro: es todo un ritual.


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