
Sinopsis:
En un país en guerra ocupado por un ejército extranjero, dos hermanos, Claus y Lucas, han sido abandonados por su familia y puestos al cuidado de su abuela, a la que sus vecinos llaman la Bruja. La barbarie del convulso mundo en el que viven les lleva a emular la crueldad que ven en él. De una inteligencia superior, serán capaces de utilizar cualquier recurso para sobrevivir, pero una vez asegurada su supervivencia intentarán poner remedio a muchas de las dramáticas situaciones que les rodean. Los distintos caminos que terminan eligiendo al final de la guerra marcarán sus vidas para siempre.
Formado por las novelas El gran cuaderno, La prueba y La tercera mentira, el tríptico Claus y Lucas es un retrato poliédrico de la complejidad humana, un libro extraordinario sobre los horrores de la guerra y los totalitarismos. Basado en las vivencias infantiles de su autora, una exiliada húngara que lo escribió en francés, este libro que se publicó por primera vez a finales de los años ochenta es un auténtico clásico moderno.
Opinión:
Hoy vengo a hablaros de un libro que seleccionamos en mi club de lectura y que me dejó tan impactada que necesito comentarlo: Claus y Lucas, la obra cumbre de la escritora húngara Agota Kristof, publicada originalmente como una trilogía formada por El gran cuaderno (1986), La prueba (1988) y La tercera mentira (1991), y reunida en un solo volumen por Libros del Asteroide en 2019. Esta novela no es solo un relato sobre dos hermanos gemelos enfrentados a los horrores de la guerra y el totalitarismo, sino una exploración profunda y perturbadora de la identidad, la verdad, la mentira y la esencia de la condición humana. Kristof, exiliada de Hungría tras la Revolución de 1956 y establecida en Suiza, escribió esta obra en francés, una lengua que aprendió de adulta y que domina con una precisión cortante y despojada de adornos. El resultado es una fábula oscura que se ha consolidado como una de las grandes piezas de la literatura europea del siglo XX.
La trilogía transcurre en un país ficticio de Europa Central, inmerso en un conflicto bélico que, aunque no se identifica explícitamente, evoca tanto la Segunda Guerra Mundial como las décadas de opresión bajo el bloque del Este. Este trasfondo histórico resuena con la propia vida de Kristof, quien huyó de Hungría a los 21 años, pero la autora evita anclar el relato en fechas o lugares concretos, dotándolo de un carácter universal y atemporal. La ambientación es sombría y desoladora: aldeas empobrecidas, casas ruinosas, fronteras vigiladas y un aire constante de amenaza impregnan cada página. La guerra no es solo un escenario, sino una fuerza transformadora que moldea a los personajes y justifica la brutalidad de sus acciones. Kristof construye un mundo donde la moral convencional se disuelve, dejando paso a una lucha por la supervivencia que desafía cualquier juicio ético tradicional.
El cielo está gris. Los árboles están desnudos. Hay barro por todas partes. La gente lleva botas y abrigos oscuros. Nosotros observamos desde la ventana.
Uno de los aspectos más brillantes de Claus y Lucas es el uso cambiante del narrador, un recurso que desorienta y nos obliga a cuestionar la realidad de lo narrado. En El gran cuaderno, la historia se cuenta en primera persona del plural (“nosotros”) por los gemelos Claus y Lucas, una voz colectiva que refleja su unidad simbiótica y su perspectiva infantil, fría y objetiva. En La prueba, el narrador pasa a ser omnisciente, en tercera persona, centrándose en uno de los gemelos (Lucas), lo que introduce una distancia narrativa que contrasta con la intimidad del primer libro. En La tercera mentira, la narración retorna a la primera persona singular, alternando entre las voces de Claus y Lucas (o quienes dicen serlo), sembrando dudas sobre sus identidades y la veracidad de los eventos previos (uno de los aspectos más debatidos entre quienes integramos el club). Esta evolución no es arbitraria: Kristof juega con la percepción del lector, convirtiendo la trilogía en un rompecabezas de verdades y mentiras que desafía cualquier certeza.
Aunque concebidas como novelas independientes, las tres partes forman un todo cohesivo en esta edición. No obstante, El gran cuaderno es la razón de la valoración máxima que le doy al libro. Estoy segura de que, cuando pase un tiempo, volveré a leerlo.
El gran cuaderno se compone de capítulos cortos y precisos, casi como entradas de un diario, que narran la infancia de los gemelos en plena guerra. La prueba adopta una estructura más convencional, con capítulos largos y un enfoque en la vida adulta de Lucas bajo la opresión. La tercera mentira rompe con lo anterior al dividir la narración en dos partes y alternar perspectivas, desafiando al lector a reconstruir la historia. Esta progresión refleja el paso del tiempo y una deconstrucción de la narrativa inicial, donde las certezas se desintegran progresivamente.
Claus y Lucas, los gemelos que dan nombre a la obra, son los protagonistas de esta trilogía, figuras tan magnéticas como enigmáticas que te atrapan desde las primeras páginas. Son niños arrojados a un mundo despedazado por la guerra, donde la ternura no tiene cabida, y su presencia destila una mezcla inquietante de vulnerabilidad y determinación. Dotados de una inteligencia casi sobrenatural, enfrentan las brutalidades de su entorno con una lógica fría, registrando sus experiencias con una precisión que te hiela la sangre. Su relación es un nudo indisoluble, una unión que los hace parecer una sola mente en dos cuerpos, y esa simbiosis es tan fascinante como desconcertante. No son los héroes cálidos a los que estamos acostumbrados; son espejos que reflejan tanto la inocencia de la infancia como las sombras de un mundo que los obliga a reinventarse.
Nos levantamos a las cinco. Nos lavamos con agua fría en el lavadero del patio. Corremos una hora alrededor del jardín. Después hacemos ejercicios de endurecimiento. Nos golpeamos el uno al otro con un cinturón, primero despacio, luego cada vez más fuerte. También nos insultamos, nos llamamos con los peores nombres que conocemos.
Alrededor de ellos orbitan personajes secundarios —la abuela apodada “la Bruja”, una mujer endurecida por la vida; o figuras como Yasmine, Mathias y Clara—, todos dibujados con trazos precisos que enriquecen el tapiz de la historia. Pero siempre volvemos a los gemelos, cuya profundidad no radica en lo que dicen o sienten —pues Kristof apenas nos deja entrar en sus corazones—, sino en lo que representan: un enigma humano que oscila entre la luz y la oscuridad, entre lo que somos y lo que las circunstancias nos obligan a ser.
Los personajes de Kristof son complejos no por su desarrollo emocional —que es prácticamente nulo—, sino por su ambivalencia moral y su adaptación al entorno. Claus y Lucas me parecieron víctimas y perpetradores a la vez, niños vulnerables y calculadores implacables. Su frialdad, impuesta por las circunstancias, los hace parecer inhumanos, pero es también su herramienta de supervivencia. Los secundarios, como la abuela o Peter, el oficial corrupto, son retratos crudos de la degradación humana, mientras que figuras como Mathias aportan un destello de ternura que pronto se extingue en tragedia. Kristof no busca redimirlos ni explicarlos; los presenta desnudos, dejando que interpretemos sus motivaciones en un ejercicio de contemplación más que de empatía.
El estilo de Kristof es minimalista, seco y desprovisto de florituras, una elección que potencia la brutalidad del relato. Su lenguaje es directo y funcional, con frases cortas que golpean como martillazos. No hay descripciones líricas ni introspección psicológica; los hechos se narran con una asepsia que intensifica su impacto. Esta ausencia de adornos convierte cada acto de violencia o ternura en un evento desnudo, casi insoportable en su simplicidad. Esta falta de descripciones es notoria, pero estudiada: Kristof despierta emociones brutales con frases escuetas, emociones que nunca describe explícitamente. Es una escritura despersonalizada que frustra la empatía tradicional —no puedes conectar con los protagonistas como en otras novelas—, pero te sume en una experiencia emocional cruda y personal, porque el vacío narrativo te obliga a proyectar tus propias reacciones.
Ahondando en el estilo de la autora —máximo responsable de la huella que me dejó esta lectura—, esta despersonalización me parece un arma poderosa. En lugar de guiarnos hacia la compasión mediante la exposición de los sentimientos internos —lo que sería de esperar—, Kristof nos presenta los hechos con una objetividad que roza lo mecánico: “Hicimos esto”, “Ocurrió aquello”. No hay espacio para el lamento o la culpa, lo que genera una tensión brutal. El lector no puede refugiarse en una conexión emocional guiada; queda solo frente a los actos, y esa soledad amplifica el impacto. La falta de mediación emocional hace que el horror o la tristeza surjan directamente del contraste entre lo narrado y lo que sentimos al leerlo. Los gemelos, al narrar en plural o al fragmentarse en perspectivas individuales, se convierten en entidades casi inhumanas, espejos oscuros de lo que la guerra puede engendrar. Esta técnica es perturbadora: no empatizamos con ellos como con un héroe clásico, pero su ambigüedad nos fascina y nos confronta.
Claus y Lucas es una obra que desafía las convenciones narrativas y emocionales. Su contexto bélico, su ambientación opresiva, su juego con los narradores, la complejidad ambigua de sus protagonistas, su estructura fragmentada, su estilo austero y su lenguaje cortante la convierten en una experiencia literaria incómoda pero inolvidable. Kristof no ofrece consuelo ni respuestas; nos enfrenta a un relato donde la verdad se disuelve y la humanidad se redefine en los márgenes de la supervivencia.
Es una obra que hay que leer, al menos, una vez en la vida.
Mi valoración: 5/5

Agota Kristof nació en 1935 en Csikvánd, Hungría, país que abandonó por motivos políticos en 1956 para instalarse en Suiza. Tras cinco años trabajando en una fábrica de relojes, Kristof decidió aprender francés, lengua en la que escribió en 1986 su primera novela, El gran cuaderno, primera pieza de la trilogía protagonizada por los hermanos Claus y Lucas, a la que seguirían La prueba (1988) y La tercera mentira (1992). Considerada su obra maestra, esta aclamada trilogía ‒reeditada por Libros del Asteroide en 2019 con el título de Claus y Lucas‒ le valió importantes galardones como el Alberto Moravia en Italia, el Gottfried Keller y el Friedrich Schiller en Suiza y el premio austriaco de Literatura Europea. Ha escrito además otras obras de teatro y de narrativa, entre las que destacan la novela Ayer (1995; Libros del Asteroide, 2021) y el relato autobiográfico La analfabeta (2004). Murió en Neuchâtel (Suiza) en 2011.
FICHA TÉCNICA DEL LIBRO:
Título original: Le grand cahier, La preuve, Le troisième mensonge
Título en español: Claus y Lucas
Autora: Agota Kristof
Traducción: Ana Herrera, Roser Berdagué
Editorial: Libros del Asteroide S.L.U.
Colección: Libros del Asteroide
Encuadernación: Tapa blanda
Dimensiones: 21.5 x 14.0 cm
ISBN: 9788417007744
Nº de páginas: 472
Fecha de edición: 25/02/2019
Idioma: Español