Razones por la que me cuesta leer en audiolibros

En los últimos años, los audiolibros han experimentado un auge considerable, especialmente en plataformas de streaming y servicios digitales. Y según estudios recientes, se espera que este formato continúe siendo una parte clave del futuro del libro en el mercado. En España, por ejemplo, el porcentaje de usuarios de audiolibros ya alcanza el 7,9 % de la población, con mayor proporción entre la población de 14 a 45 años*. A nivel global, el formato sigue consolidándose como una opción muy popular para muchos lectores, sobre todo entre aquellos que buscan aprovechar el tiempo mientras realizan otras actividades.

Sin embargo, a pesar de esta popularidad, aún no logro encontrarme completamente a gusto con los audiolibros. Por mucho que lo intente, sigo prefiriendo el formato impreso. Después de pensar a qué puede ser debido, y descartando una posible tara de nacimiento (aunque todo puede ser 😅), estas son mis siete razones por las que, a pesar de sus ventajas, los audiolibros continúan siendo una opción que no termino de disfrutar:

La experiencia de escuchar un libro depende completamente de la voz y el estilo del narrador. Un narrador adecuado puede hacer que un libro sea mucho más atractivo y emocionante (aunque jamás tanto como tu propia imaginación), pero si la voz es monótona o no encaja con la historia, me resulta imposible conectar con el contenido. Por ejemplo, escuchar a José Coronado en Drácula es increíble, y se lo he recomendado a mi madre que le cuesta ya leer. En su día intenté escuchar Divergente y me vi obligada a abandonarlo debido a que el narrador tenía un tono tan dubitativo que me hizo detestar a la protagonista, Tris. Algo similar me sucedió escuchando Un asesinato brillante: no pude soportar a la protagonista por culpa del narrador y, para poder conocer el desenlace de la novela, tuve que comprar el eBook después. Cuando el tono o el estilo del narrador no me encaja, siempre me quedo preguntándome si mi opinión sobre la novela habría sido diferente si la hubiera leído en papel o en eBook. Como las decepciones ya son recurrentes, me da miedo comprar un audiolibro y ya opto por la aplicación eBiblio que al menos es gratuita y puedo devolverlo si no me convence y escoger otro.

Soy una persona que lee bastante rápido. Una novela de unas 400 páginas puedo devorarla en una sola tarde (más o menos 5 o 6 horas), y cuando veo que un audiolibro tiene una duración que ronda las 10 o 12 horas, me desmotivo. Es una inversión de tiempo enorme para un solo libro, especialmente si puedo lograr lo mismo de forma mucho más rápida y eficiente en formato impreso. El hecho de que un libro en papel o en eBook se pueda leer en pocas horas mientras que en formato de audio puede llevar días me genera una sensación de “perdida de tiempo” que solo me compensa si me permite hacer ejercicio o cualquier otra actividad de forma simultánea.

Aunque muchos audiolibros permiten ajustar la velocidad de la narración, esto no siempre resuelve el problema de la duración. Al aumentar la velocidad a 1,25 o 1,5 veces, en algunos casos la voz del narrador se vuelve incomprensible, pues pasa a ser sustituida por la de una ardilla. ¿Os imagináis escuchar a Alvin y las ardillas narrando una novela gótica como Drácula? Cuando intento acelerar la narración para ajustarla a mi ritmo de lectura, la experiencia termina siendo tan desagradable que regreso a la velocidad normal, lo que de nuevo alarga la duración total. Entonces, en ocasiones, la técnica para acortar el tiempo simplemente no merece la pena.

Como muchos otros lectores, intento escuchar audiolibros mientras realizo otras tareas, como cocinar, ir al trabajo o hacer ejercicio (siempre y cuando no sea una obra clásica, porque entonces tengo que leerla). Sin embargo, aunque en teoría es buena idea, en la práctica tengo problemas para concentrarme en un audiolibro si estoy haciendo algo que requiere mi atención (¡la de veces que podré rebobinar un audio porque se me ha ido el santo al cielo! 🙈), de ahí que suela escoger novelas de suspense, thriller o misterio contemporáneas, que son más ligeras. Aun así, si cocino, por ejemplo, y abro un grifo, el ruido me impide escuchar el libro y tras secarme las manos me toca rebobinar hasta encontrar el punto donde me quedé. Y confieso que ya son innumerables las veces que por escuchar un audiolibro a la hora de dormir, he llegado al final y, por la mañana, he tenido que retroceder ¡decenas de capítulos! Estas interrupciones me hacen perder el ritmo de la narración, y a menudo desistir. El problema se agrava cuando el entorno es ruidoso ya que no puedo subir el volumen lo suficiente sin que se distorsione el sonido, lo que me obliga a hacer pausas innecesarias.

No es solo a la hora de dormir. Cuando estoy relajada en mi rincón o sillón de lectura favorito y escucho un audiolibro durante un tiempo, suelo acabar dormida. No importa si ni siquiera estaba cansada antes de sentarme. Algo en el tono de la voz o el ritmo de la narración me induce al sueño, y termino perdiéndome por completo el contenido del libro. Esto no me sucede cuando leo un libro en papel, ya que el acto de leer y mantener los ojos activos me mantiene alerta. Pero si lo escucho, sobre todo si estoy en un ambiente cómodo, mi cerebro parece desconectar y el sueño me vence; el narrador sigue adelante sin mí y así no hay manera de disfrutar de la lectura (de la siesta, sí, por cierto, aunque no fuera lo que pretendía).

A pesar de la creciente oferta de plataformas de audiolibros como Audible, Storytel o Google Play, en algunos casos, el coste de suscripciones mensuales o de compra de audiolibros sigue siendo relativamente alto. Si bien las editoriales trabajan para ofrecer descuentos y promociones, muchas veces me encuentro con que el precio de un solo libro de audio puede ser más elevado que una versión impresa o digital. Esto convierte al audiolibro en un formato más exclusivo y, a veces, poco accesible para quienes no estamos dispuestos a pagar una suscripción mensual, especialmente si tenemos dificultades para adaptarnos al formato.

La experiencia de leer un libro impreso es completamente personalizable: puedo marcar páginas (no soy de las que subrayan las páginas, pero sí introduzco pequeñas notas de papel para volver a revisar las frases o párrafos que me han llamado la atención) y leer a mi propio ritmo. En los audiolibros, aunque algunos servicios permiten establecer marcadores, no es lo mismo. Los audiolibros son prácticos, pero no ofrecen la misma libertad de interacción con el texto que un libro físico.

Los audiolibros han ganado popularidad en los últimos años y tienen ventajas indudables para muchos, como la comodidad de escuchar mientras se hace ejercicio o se viaja. Sin embargo, a mí no terminan de convencerme, por mucho que lo intente. Cuestiones como la falta de control sobre la narración, la duración excesiva, y las dificultades para realizar otras tareas o mantenerme despierta, entre otras, me han hecho darme cuenta que seguiré siendo una lectora tradicional, preferiblemente en papel. En fin, ¡es poco probable que veas muchas reseñas de audiolibros en esta web!


2 respuestas a “Razones por la que me cuesta leer en audiolibros

    1. Esa ardilla aparece cuando el audiolibro me tiene desesperada y ya no sé qué hacer para que vaya más rápido. Para mí, el audiolibro ahora mismo solo puede ser un formato complementario, que imagino que convertiré en habitual cuando sea una ancianita y me cueste ver la letra. Y no, nada que ver con leer las páginas del libro que tienes en las manos.

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