
Necesito escuchar su voz,
lo necesito.
Esa voz que reconforta cuando todo me supera,
cuando grito de impotencia y me caigo a pedazos,
partitura singular para la ejecución de mi guitarra:
apasionada, compleja y, a veces, rota.
Su voz, melodía desencadenada de mi vida,
que imagino al cerrar los ojos cada noche,
instrumento de los protagonistas de mis sueños,
la que deseo en quien me da los buenos días con un beso.
Su voz, bálsamo que seca mis lágrimas,
mecha que aviva la tormenta de fuego en mi alma,
íntima en su intensidad, única, mágica,
pero ya no mía.